20 ene 2016

CAMBIOS MUTANTES

Para entrar al barrio donde está la escuela hay que tomarse el 110 que tiene un recorrido de  amplio espectro. El que sube, marca la tarjeta y luego saluda a los compañeros de viaje que son los vecinos de Moderno. Todos. Parece un colectivo exclusivo. Y, quizás por eso,el resto de los ciudadanos evita esta línea tan obrera cuando desea  realizar trayectos por el centro; huyen de la falta de limpieza de los coches y de la ausencia de asientos libres porque la frecuencia es fatal y la periferia tiene que soportar que los colectivos pasen cuando se les canta.
Pero el 22 de diciembre de 2015  tenía  la última mesa del año y fue raro encontrarme con ese vacío porque los chicos no se trasladan para ir a escuelas fuera de la zona, entonces que no hubiera nadie no se asociaba a la finalización de las clases.
Marco el boleto y me saludan desde el fondo. Me acerco y veo al Tuti, que venía de laburar en la obra de un edificio inteligente para inversores del interior que volvían a revitalizar la construcción desde que se había anunciado la eliminación de impuestos a la exportación. Por eso el Tuti le agradece al campo y tiene una  gratitud enorme hacia los solventes que le dan de comer.
Tan es así que su prosternación alcanza a cualquier hombre de traje o uniforme porque gracias a ellos salió de la droga, formó una familia y prescinde de los subsidios que les dan a los pobres.
-Mi señora quería trabajar cuidando enfermos en el PAMI y yo le dije que si ese era su sueño, que lo hiciera. Pero no porque necesitemos la guita. Con lo mío alcanza y sobra. Pero viste, ella quiere ayudarme…quiere pagarle el viaje de quinto a Tamara…
Mientras lo oía,me llegaban recuerdos del Tuti cuando era pibe. Recuerdos de cuando él odiaba los uniformes y se pasaba las tardes en la esquina silbando a las chicas, jugando con los perros del barrio y quejándose de lo careta que eran los del tercero que se habían construido un garaje en el jardín común.
Lo oía tratando de tejer lo actual con lo pasado porque me decía que ya lo habían hecho abuelo y que es  lindo ser un abuelo joven porque tenés energía para todo  y podés ayudar a tu hija si el padre del nene no pasa un mango.
Lo oía hasta que , al colectivo vacío subió un inspector y pensé que no sabía dónde había metido el boleto y no tenía ganas de que alguien me joda con la pelotudez de buscar lo imposible en un bolso lleno de libros y papeles y exámenes y folios.
-Mirá! Ya se está notando el cambio…Cuánto hacía que no se veía uno de estos!
Encontré el boleto justo cuando el tipo se acerca.
-Sí, cómo no! Aquí tiene, señor, sírvase!-exclamaba el Tuti, contento por el  control para que nadie viaje gratis.
El inspector se lo devuelve “picado”, sin mediar palabra y enfilando la mirada hacia a mí.
-¿Ves?-me dice el Tuti- se terminó la joda.

Noté que había un cambio de registro y me llamó la atención  que  el  Tuti  se pusiera  así de formal en ocasiones como aquella.  Incluso al bajar, me deseó felices fiestas y un “próspero año nuevo”. Ahora que paga y ya no ruega para que lo lleven, se volvió más solemne, más engolado.