10 ene 2014

AMOR JERÁRQUICO


Sergio trabaja de operario en una empresa muy importante pero su salario aún no le permitió tomar decisiones ni ocupar un lugar en el espacio.
A veces, cuando cobra, la invita a Belén a comer en el Gigante, un bodegón de la peatonal  en el que se siente cómodo porque parece reservado para que vayan todos. Y ahí nadie lo mira mal ni el mozo pone el billete a la luz para verificarlo. No como en la joyería a la que entró buscando un dije, una B enchapada, y el policía lo invitó a retirarse porque ya estaban cerrando.
La semana pasada comentaba su deseo de pedir aumento para terminarse la pieza en el fondo y ayer lo hizo ante el capataz. Luego lo llamó el Dr. Germán y le explica que esta no es época de aumento, que hay crisis, que la empresa no anda tan bien como dicen, que no es fácil ser dueño porque se sufre mucho cuando a los empleados no se los puede poner en blanco, porque para llegar a ser dueño hay laburar mucho, todo el día, durante años… y que ya le avisará  si hay posibilidades para un vale extra./-Un mate, amigo?/-No, Dr. , gracias.
Después de unos minutos (que para él fueron larguísimos) salió de la oficina más que satisfecho. Después de ocho años de trabajar allí era la primera vez que el dueño le regalaba una entrevista y un colmo de confianza. El rubio (que era castaño) le había ofrecido tomar de su misma bombilla y le dio la mano sin importarle que estuvieran sucias. No era un jefe más, era un jefe que lo trataba de igual a igual.; que lo llamó amigo…

Y eso, para Sergio, vale más que mil salarios. La pieza y su vida pueden esperar.

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