Parece que
los argentinos necesitamos comparar ante la dificultad de evaluar por las
características intrínsecas de las palabras, de los hombres, de las cosas…
Me gustaría
decir ¿qué tiene que ver el culo con la témpera? pero estaría siendo
reduccionista .
Si hacemos
una analogía con la literatura, Messi es Borges y Maradona, Arlt. El primero,
tiene una pluma perfecta y un sinfín de páginas que ninguno de nosotros, aunque
nos encerremos 40 años en La Complutense, podremos lograr. Por eso Lío va al
punto, es nuclear… prescinde de las vueltas y las digresiones del antiguo
fútbol (o de la escritura homérica) para inaugurar una vanguardia donde en la
mixtura prevalece la contundencia estética y narrativa. Él escribe la jugada
sin abusar de adjetivos, usando el justo, el único, el necesario. Diego, en
cambio, con una sintaxis dudosa, entretiene, juguetea, interactúa con su
público y echa mano a la épica nombrando las 500 naves que mantienen en vilo a
la platea.
Para el 10
actual, el camino más corto, sabe, es la recta y todos sus principios van en
picada hacia un final bien planeado que no busca ninguna gloria sino la
Realización. Y, si para ello, debe escribir a 4 manos y llamarse Bustos, le
entregará el pase al que esté más cerca y aguardará como un niño la concreción.
El Diego arltiano es diferente, quiere seducir, trascender, obnubilar… Es el héroe trágico que quizás sueña con “la bella
muerte” y una docena de valquirias que lo conducen al panteón de los dioses.
A mi hermano
maradoniano le encanta el escritor reclamado por Boedo… lo siente
cercano, cómplice, accesible, como un Zeus irascible y apasionado. Se
identifica con él. En cambio a mí, que
soy messiánica, me impacta el floridista, la lucidez con la que en dos páginas
resuelve un relato, el verso final que define su poema, su estremecimiento de
eternas solitudes… cómo conduce las palabras de la que también es mi
lengua materna para decir lo que no puedo, lo que no se me ocurre, lo
que amorfo y rumiante en mi cabeza, en él se vuelve idea y concepto.
Ambos son
únicos, inigualables. Uno tiene llegada a la gente, conmueve, es aplaudido,es
querido… El otro, casi como un desconocido, nos enfrenta al enigma… por eso lo
miran de soslayo… con sospecha.
Pretender una
comparación objetiva es del orden de lo imposible. Oponer, resulta anacrónico.
Si negase
Ester Primavera, sería necia.
Sí… parece
que los argentinos (solo algunos, no todos) necesitamos comparar… medir… Pero, los grandes
no pueden, no deben hacer eso, porque si
pelan el centímetro, la Ley de la humildad los achicará hasta volverlos
invisibles. Y nosotros, los comunes, queremos verlos.
1 comentario:
Buen post; en lo personal me niego a someter al futbol a cualquier tipo o comparación con otras artes, ya tiene por sí mismo tanta riqueza que no necesita reforzarlas con otras ajenas a su propio devenir y que prescinde (como en este caso) que al ser una creación colectiva está en las antípodas de la creación de una sola persona, como el escrito de un escritor.
Terry Eagleton lo define magistralmente así:
Como en una banda de jazz o en una compañía de teatro, el fútbol amalgama talento individual deslumbrante y abnegado trabajo colectivo, resolviendo así un problema sobre el que los sociólogos han venido devanándose los sesos desde tiempos inveterados. Cooperación y competición, astutamente equilibradas.
Por eso me voy a centrar en un análisis puro fútbol de esta cuestión Messi / Maradona: Primer punto y muy importante: Messi jamás tuvo que jugar con compañeros negados con la pelota y/o medio pelo, Maradona sí (notable el caso del primer Nápoli, (donde por ejemplo al arquero Garella le decían Clemente por lo de sin manos) y su primigenio Argentinos Juniors: El goleador de ese equipo, Carlos Alvarez, lo fue por los pases de Maradona, nunca más volvió a ser goleador en ningún equipo y le agregaría que ni siquiera un buen jugador (su paso por Boca fue lamentable). En una parte del post se dice esto: ”El Diego arltiano es diferente, quiere seducir,trascender,obnubilar…Es el héroe trágico que quizás sueña con “la bella muerte” y una docena de valquirias que lo conducen al panteón de los dioses”. Para mí, nada más lejos de la realidad: Si en ocasiones se tenía que apilar a trescientos tipo para buscar el ángulo correcto era simplemente porque no tenía a nadie a quién dársela o sospechaba (y con razón) que muchos de sus compañeros no estaban preparadas para llevarla al gol. Y eso no quita su gusto por la gambeta, pero todo lo que hacía en la cancha era bien práctico, su “seducción, trascendencia y deseos de obnubilidar” era muchas veces el único camino cuando todos los otros estaban cerrados para su obsesión: el gol y ganar.
Otra diferencia (y esta es clave en un jugador que pelea el Olimpo de los dioses): Nunca jamás he visto a Maradona “lagunear” en una cancha; podían no salirle las cosas o estar sometido a marcas implacables y desleales que Messi ni sueña con sufrir (recuerdo al infausto Reyna de Perú) pero nunca dejó de mostrarse como opción de pase, jamás se resignó, cosa que a Messi le veo con alarmante frecuencia. Todo jugador en un equipo de Maradona al levantar la cabeza seguro pensaba “Ma si, se la paso al Diego que se va a arreglar”, no veo (al menos en esta selección) que alguien piense eso como primera opción, sobre todo porque Messi no busca ni se fabrica SU juego, necesita que otros le limpien el camino.
No niego en absoluto a ese gran jugador que es Messi pero en el pan y queso del barrio elijo al 10, que nunca me/nos va a dejar de a pié así tenga el tobillo como una naranja.
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