24 jul 2012

Autorreconocimiento





Para que los hombres no tengan vergüenza
de la belleza de las flores,
para que las cosas sean ellas mismas: formas sensibles
o profundas de la unidad o espejos de nuestro esfuerzo
por penetrar el mundo,
con el semblante emocionado y pasajero de nuestros sueños, 
o la armonía de nuestra paz en la soledad de nuestro pensamiento,
para que podamos mirar y tocar sin pudor
las flores, sí, todas las flores
y seamos iguales a nosotros mismos en la hermandad delicada,
para que las cosas no sean mercancías,
y se abra como una flor toda la nobleza del hombre:
iremos todos hasta nuestro extremo límite,
nos perderemos en la hora del don con la sonrisa
anónima y segura de una simiente en la noche de la tierra.
JUAN L. ORTIZ




   Hay personas cuyos nombres o apellidos hacen honor a la actividad que realizan. Ejemplos como Aldo Mothor (mecánico), Dante Sacco (odontólogo) y Samanta Peloso (depiladora) dan cuenta de la plausibilidad de tal afirmación.
   No obstante, hay psiquiatras que por su excepción confirman la regla y deberían haber optado por otras ramas de la medicina.
   Es el caso de la Dra. Lorena Bueno, que bien pudo elegir la traumatología especializada en miembros inferiores pero se empecinó en trabajar con la mente (de los otros, claro está).
   Miguel, un paciente, llega a su primera entrevista (o sesión), le explica la situación y recibe la siguiente respuesta:
-Ud. padece un notable problema de identidad asociado a una  baja autoestima severa (subrayada por la  idea delirante de que “nadie lo quiere ni le presta atención”) que corregiremos con esto (extiende la receta) y a través de las charlas que tendremos semanalmente. Quédese tranquilo, haga lo que digo, tome la medicación tal como dice la prescripción y en unos meses Ud. será un hombre nuevo, Horacio. Créame.
   El hombre asiente con la cabeza, tímidamente. Agarra los papeles que debe autorizar en la Obra Social, saluda extendiendo su mano y se retira no sin antes hacer una aclaración.
-Me llamo Miguel, Doctora.
   Y ahí sí se va caminando despacio, más tranquilo, hasta la parada del colectivo.


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