Vivo sobre la avenida y los sonidos
siempre están al palo.
Sin embargo, hoy por la tarde me pareció
que se hizo un silencio extraordinario y eterno que fue interrumpido por el
extraño ladrido de un perro.
Durante todo ese tiempo (que quizás sólo
duró un segundo) sentí que una parte de la ciudad se había detenido como si nada
debiera ocurrir, al menos por un rato.
Se me antojó acordarme del pelado Martínez rascándose la
frente, parando la pelota, pensando…
Luego, un espantoso ruido de bocinas festivas
me llamó al hoy y al instante para decirme que el viejo, en este caso, como en
el '86, hubiera dicho:
-Y... hay que seguir jugando…
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