El problema de la Falta no tiene fin
y se impone y difunde en los ámbitos más insólitos, en los rincones menos pensados
de la consistencia humana.
Mientras los psicoanalistas le enseñan a sus
pacientes a pedir, todos los sujetos, incluso los no pacientes, se largan a la
tarea sin fin del pedido insustancial.
En tanto pretendemos que la cajera del
supermercado tenga una sonrisa de publicidad permanente durante su jornada de nueve
horas, a Messi, el artista del fútbol que hace de toda asistencia o intervención
una pintura para ilustrar cualquier narración del realismo mágico, se le exige
que además se expida (y con fluidez) sobre política, patriotismo, familia y
sociedad.
Darío se hizo de la camiseta del 10 de nuestra
selección mediante un sorteo de la
TV pública. Se niega a usarla. Es más, desea trocarla y puso
un aviso donde ofrece permuta que incluye electrodomésticos y tecnología de
punta, entre otras cosas.
Darío piensa que Lionel no es el Diego. Que le Falta
pasión. Que habla poco. Que no canta. Que sí, que es un jugador brillante pero
que con eso no alcanza porque es muy importante el carisma fuera de la cancha y
todos prefieren a alguien más calentón…
Darío admira a Messi, pero de tanto escuchar a
sus amigos “con sentimiento”, se calla la boca y le entrega la camiseta a un
pibe que le da a cambio un celular Next
Generation.
Luego, ya en el taller, el jefe dice que hay que laburar con más ganas, sin
tanto desdén, que en los empleados Falta hambre de gol y que hay que
producir y que si le ponen garra a la cosa ahí sí puede haber aumento, si no,
no.
Nota: al jefe le gustan más Los Pumas porque cantan el Himno con la mano el pecho.
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