"Pero un tablón de andamio,
cayendo con su obrero
o, tal vez, una azalea,
pisoteada por la torpeza (o la furia)
de un buen hombre,
abre la sospecha de que la
conjetura de un límite se ha derrumbado..."
Aldo Oliva
Varzotti estaba en el Café de siempre cuando Vidal lo sorprendió. No pudo escaparse y tuvo que oirlo, estoicamente, durante una hora. Por eso Varzotti reniega de las deudas y los favores y, buscando independencia, queda pagando.
El mozo trae un cognac que el recién llegado se bebe de un
trago para animarse a la frase de inicio:
-Una mierda, mi vida es una mierda... Fijate que me aprobaron
el proyecto pero con enmiendas y objeciones… ¿Qué tal?
-Bueh, al menos lo verás andando…
-Sí, a medias, que es lo mismo que nada! Encima el vuelo hace
escalas: 15 hs de viaje… ¿podés creer?! ¿podés?...
Varzotti hace el esfuerzo de cantar (mentalmente) un rockito
que tape la voz de su interlocutor, pero hay ideas y frases que son como
cucarachas y sobreviven a todo. Por eso, ante lo imposible, llama al mozo y le
paga (incluso el cognac) para retirarse con cualquier excusa.
Mientras salen, Vidal lo detiene unos segundos en la puerta:
-¿Sabés quién la pasa bien? (dirige una mirada pícara
señalando al mozo)
-¿Miguelito?
-Miguelito. Así como lo decís. Este no piensa en nada,
labura, llega a la casa, morfa caserito, va a la cancha cuando quiere...
Varzotti sale expelido como una ventosidad y se raja.
Un año más tarde, Miguelito, harto, implota y muere sin estruendo.
Sin más opciones, negándose a cualquier fe que lo empecine, Varzotti
cambia de bar porque le duele la ausencia.
Nota: La siguiente tarde que Varzotti se encontró con Vidal,
lo miró, lo mandó al carajo y siguió de largo.
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