A veces, LO QUE SE PUEDE es apelar solamente a las ficciones de otros.
Por esas cosas de la edad, Gustavo Roldán se fue a principios de abril. Justo él, que aspiraba a "escribir textos donde la cantidad de años que tenga el lector no sea más que un accidente como el verano o la lluvia o el frío." Literatura, sin calificativos etarios.Y vaya si lo logró. Aquí una muestra, para que sigan rondándonos sus palabras.
Como si el ruido pudiera molestar
Fue como si el viento hubiera comenzado a traer las penas. Y de repente
todos los animales se enteraron de la noticia. Abrieron muy grandes los ojos y
la boca, y se quedaron con la boca abierta, sin saber qué decir.
Es que no había nada que decir.
Las nubes que trajo el viento taparon el sol. Y el viento se quedó quieto,
dejó de ser viento y fue un murmullo entre las hojas, dejó de ser murmullo y
apenas fue una palabra que corrió de boca en boca hasta que se perdió en la
distancia.
Ahora todos lo sabían: el viejo tatú estaba a punto de morir.
Por eso los animales lo rodeaban, cuidándolo, pero sin saber qué hacer.
—Es que no hay nada que hacer —dijo el tatú con una voz que apenas se
oía—. Además, me parece que ya era hora.
Muchos hijos y muchísimos nietos tatucitos miraban con una tristeza larga
en los ojos.
—¡Pero, don tatú, no puede ser! —dijo el piojo—, si hasta ayer nomás nos
contaba todas las cosas que le hizo al tigre.
—¿Se acuerda de las veces que lo embromó al zorro?
—¿Y de las aventuras que tuvo con don sapo?
—¡Y cómo se reía con las mentiras del sapo!
Varios quirquinchos, corzuelas y monos muy chicos, que no habían oído
hablar de la muerte, miraban sin entender.
—¡Eh, don sapo! —dijo en voz baja un monito—. ¿Qué le pasa a don tatú?
¿Por qué mi papá dice que se va a morir?
—Vamos, chicos —dijo el sapo—, vamos hasta el río, yo les voy a contar.
Y un montón de quirquinchos, corzuelas y monitos lo sigueron hasta la
orilla del río, para que el sapo les dijera qué era eso de la muerte.
Y les contó que todos los animales viven y mueren. Que eso pasaba siempre,
y que la muerte, cuando llega a su debido tiempo, no era una cosa mala.
—Pero don sapo —preguntó una corzuela—, ¿entonces no vamos a jugar más con
don tatú?
—No. No vamos a jugar más.
—¿Y él no está triste?
—Para nada. ¿Y saben por qué?
—No, don sapo, no sabemos...
—No está triste porque jugó mucho, porque jugó todos los juegos. Por eso
se va contento.
—Claro —dijo el piojo—. ¡Cómo jugaba!
—¡Pero tampoco va a pelear más con el tigre!
—No, pero ya peleó todo lo que podía. Nunca lo dejó descansar tranquilo al
tigre. También por eso se va contento.
—¡Cierto! —dijo el piojo—. ¡Cómo peleaba!
—Y además, siempre anduvo enamorado. También es muy importante querer
mucho.
—¡Él sí que se divertía con sus cuentos, don sapo! —dijo la iguana.
—¡Como para que no! Si más de una historia la inventamos juntos, y por eso
se va contento, porque le gustaba divertirse y se divirtió mucho.
—Cierto —dijo el piojo—. ¡Cómo se divertía!
—Pero nosotros vamos a quedar tristes, don sapo.
—Un poquito sí, pero... —la voz le quedó en la garganta y los ojos se le
mojaron al sapo —. Bueno, mejor vamos a saludarlo por última vez.
—¿Qué está pasando que hay tanto silencio? —preguntó el tatú con esa voz
que apenas se oía—. Creo que ya se me acabó la cuerda. ¿Me ayudan a meterme en
la cueva?
Al piojo, que estaba en la cabeza del ñandú, se le cayó una lágrima, pero
era tan chiquita que nadie se dio cuenta.
El tatú miró para todos lados, después bajó la cabeza, cerró los ojos, y
murió.
Muchos ojos se mojaron, muchos dientes se apretaron, por muchos cuerpos
pasó un escalofrío.
Todos sintieron que los oprimía una piedra muy grande.
Nadie dijo nada.
Sin hacer ruido, como si el ruido pudiera molestar, los animales se fueron
alejando.
El viento sopló y sopló, y comenzó a llevarse las penas. Sopló y sopló, y
las nubes se abrieron para que el sol se pusiera a pintar las flores. El viento
hizo ruido con las hojas de los árboles y silbó entre los pastos secos.
—¿Se acuerdan —dijo el sapo— cuando hizo el trato con el zorro para sembar
maíz?
Gustavo Roldán 1935-2012
FUENTE: http://www.imaginaria.com.ar/02/3/roldan5.htm extraído del libro Como si el ruido pudiera molestar (Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1998. Colección Torre de Papel; Serie Torre Roja)
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