Apenas entró a la fábrica lo llevaron a conocer los diferentes sectores
excepto uno, el perteneciente a la administración. Sin embargo, tras el vidrio,
pudo divisar la cabellera suelta y ondulada de una de las empleadas y se detuvo
unos instantes.
Después: la jornada de 9 horas y la salida multitudinaria. Marcó la
tarjeta y esperó en el portón central para verla de cerca.
Meses más tarde, su tenacidad logró el teléfono de Maura (la ondulada),
y se lo comentó a su compañero de planta.
-¡Bah!, yo le conozco el talle a todas esas…
-¿Si?
-¡Claro!
Luego del brevísimo intercambio, saludó al contiguo con mucho esfuerzo y se
retiró lamentando esos jirones de poca hombría.
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