Desde
que asumirse como banal (ofertando futilidades y disponibilidad para compartir
jactancias incomprensibles) se ha vuelto un valor, extraños seres de la vacuidad
han ganado la batalla por el territorio y se los puede ver ocupando los espacios
más preciosos de la trama social.
Lamentablemente,
no hay casos paradigmáticos que ilustren el fenómeno ya que estos adoptan una
infinita cantidad de formas y modalidades que hace infructuosa la tarea, no solo
taxativa (que resulta imposible) sino también enunciativa (que requeriría un
texto de cuatro tomos).
Ya
Varzotti y Firpo trataron de recortar el tema para una conferencia en Brasilia
y terminaron desistiendo para luego retirarse a Copacabana a disfrutar de la
playa.
Aún
así, quedan fragmentos (rescatados por Margarita) del esbozo que ambos
elaboraron para dicha ponencia:
Varzotti: “La
posmodernidad es una etapa que no puede caracterizarse sino por ser aquella que
le sigue en continuidad a otra que sí podía explicarse a sí misma a través de
una serie de promesas que no se cumplieron pero que sirvieron para mantener
varias décadas la sensación de un porvenir resarcitorio. De este modo, la
actualidad pop es tan ecléctica que no admite encasillamientos ni definiciones.
Es el momento de la mismidad y la cualquieridad. Todo vale, incluso la
irrupción de una nueva y festejada cultura de pelotudismos que los pensadores
contemporáneos se empeñan en justificar.
Acá,
mi colega, escribió a cuatro manos un libro sobre la refutación de la
esencialidad y aún no puede publicarlo porque su compañero de escritura no se
decide aún si conviene que la tapa sea a color o en blanco y negro, retrasando
así la difusión de una obra que los editores consideran fundamental para las
postreras generaciones.
Yo,
por mi parte, sugerí que la hicieran con tonos azules pero luego me retracté
por tratarse este de un color muy
primario y por ende, muy esencialista (lo que finalmente terminaría por
contradecir el contenido del texto). Incluso Firpo, reticente a la cuestión
cromática, tiró el violeta como una opción posible pero la esposa del segundo
autor hizo sus objeciones en virtud de reclamar como propia una tonalidad que
va muy bien con sus revistas holísticas. Mas, si lo pensamos bien, una trabajo
de semejante envergadura solo acepta el rojo mayestático…”
Firpo:
“No coincido con mi amigo, el rojo tiene una múltiple carga semántica que
desorienta al potencial comprador. Lo predispone, lo determina y finalmente se
queda en la última página con la
sensación de haber sido decepcionado, interrumpido… Nótese que por algo Farías
presentó un ejemplar dorado con letras negras…”
Varzotti:
“Seamos honestos. Ese oropel de libro resultó ser un blef…”
Firpo:
“Pero tuvo repercusión…”
Varzotti:
“¿Qué? ¿Ahora bancamos al best seller?”
Firpo: “¿Vos decís que el beige va a funcionar?”
Varzotti:
“O el ocre…”
Firpo:
“¿A cuántos kilómetros está Río?
Varzotti:
“A muchos…”
Firpo: “Y bueh… ¿Qué más da? Vamos igual”
Varzotti:
“¿Por qué seguís tipeando? ¿Vos estás escribiendo desde que empecé con la
anécdota de tu libro compartido?”
Firpo:
“Sí… ¿Por?”
Varzotti: “Entonces dejá… vamos a Copacabana… Listo.”