“Entendemos por grupal aquel campo
de interconexiones, de entrecruzamientos de lo individual, lo institucional, lo
social, etc., donde surgen acontecimientos y procesos compartidos (imaginarios,
reales, etc.) entre sujetos que persiguen objetivos comunes…”,
Souto, M.
Con un
desempeño brechtiano, la participación del canaYa en el campeonato lleva hasta
las últimas consecuencias el concepto de juego colectivo.
Lequi está
lesionado y la hinchada se preocupa, pero el diagrama planteado por Rosario Central
manda relevo con Pepino y la ausencia ya
no se impone.
Evidentemente,
el equipo funciona como tal, y en el trabajo de mesa el reparto de funciones no
reconoce jerarquías ni estrellatos sino que se propone construir los roles
según las necesidades del “cuerpo” técnico, cuerpo que excede la Dirección para reinventarse como organicidad y organización vinculada al
concepto de dinámica de grupo.
Así, toda
presentación es resultado de un diálogo previo, de un análisis del juego de
cada adversario que se traducen en una
serie de novedades relacionadas a un
conjunto de estrategias ad hoc, únicas,
preparadas y pensadas para el caso concreto.
Por eso,
una vez en escena, cada jugador se vuelve, en ese instante (lejos de los
problemas de cartel y de la atadura a roles protagónicos de salvataje) feroz y
maravillosamente imprescindible.
Entonces,
el goleador no nace, mejor se hace, y los castillejos que se construyen en el
aire no son sino el producto de un sueño compartido, de una tarea fina. El resto (el ascenso o la gloria) le pertenece, en parte, a los hados.