"...y sobre el final de la Edad Media, apareció el reloj..."
Obviemos a Borges y a San Agustín. El tiempo que refiero se reduce a
esos segundos finales que pisan o sobrepasan los 90 minutos.
Alternativamente deseamos que se estire o acabe, pero siempre, siempre
con las vísceras revueltas.
Ese tiempo vivo que padecemos es el que se opone a otro tranquilo y
muerto; es el que (como el Deseo) a pesar de sufrirlo nos hace decir: qué buen
partido…
1 comentario:
Muy bueno.
Y te lo dice un analfabeto del fútbol.
Saludos,
r.
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